Ciudad de México.- De acuerdo con la Federación de Fisicoconstructivismo y Fitness, en México funcionan más de 8 mil gimnasios de diferentes tamaños y con equipamiento diverso, pero la mayoría no cuenta con certificación de organismos deportivos ni es supervisado por autoridades municipales.

Un ejemplo de la falta de regulación y supervisión es el gimnasio de la calle Beethoven, en la colonia Peralvillo, donde una joven murió el mes pasado al ser prácticamente aplastada por una barra con más de 180 kilos de peso.

Autoridades cerraron el establecimiento tras el incidente, pero tras unas gestiones ante la fiscalía logró reabrir y hoy ofrece sus servicios sin restricciones.

El video que sacudió a miles muestra a una joven de escasos 60 kilos acercarse a la barra y tratar de levantarla, pero el peso la vence y la estrella contra un banco que nunca debió estar ahí. La chica murió por el golpe en las cervicales, pero llegó a ese desenlace porque nadie estuvo ahí para orientarla sobre el peligro que corría.

“ En el video, se ve que la chica utilizaba un aparato tipo Smith, el peso que iba a levantar era inadecuado para su complexión, inclusive personas que llevan muchos años entrenando no cargan esa cantidad de peso”, señala Jair Gavito, instructor certificado y encargado del gimnasio Tzolkin, ubicado en Iztapalapa.

“ Otro factor es que el banco estaba en una mala posición, de hecho si no hubiera estado había una mayor posibilidad de que se hubiera salvado; con el banco ahí la barra hizo un efecto guillotina”, explicó el instructor.

En ese incidente trágico, no había instructor cerca de la mujer, sólo otro usuario que le quitó la pesa, pero no pudo brindarle asistencia.

Ambos hechos muestran la escasa supervisión sobre los gimnasios.

Gimnasios deben cumplir requisitos

Por ejemplo, para abrir uno se deben cumplir con requisitos administrativos como autorización de uso de denominación o razón social, certificado único de zonificación o permiso de uso de suelo, aviso de declaración de apertura de establecimientos mercantiles, inscripción al Registro Federal de Contribuyentes (RFC), la inscripción ante el IMSS y registro en el Sistema de información Empresarial Mexicano, pero ninguno de ellos atañe a protección de la salud o previsiones en caso de lesión.

“ En este gimnasio sí hay entrenadores, pero son muy pocos para el número de personas que asisten, y solo te ayudan de repente, la atención no es personalizada porque eso ya tiene un costo extra de 200 a 300 pesos por hora, eso sí, todos están certificados”, contó Jonathan Vera, quien desde hace seis años es socio de un gimnasio ubicado en el World Trade Center.

Miguel Flores es otro usuario. Él acude a uno más económico en Ixtapaluca, instalado en lo que antes era una casa. A pesar de que tiene carencias, recurre a a éste por su costo, 250 pesos mensuales, y porque está cerca de su casa, pero es consciente de los riesgos.

“ No es un lugar seguro para ejercitarse, el espacio es muy reducido y no hay mucha ventilación. Aunque no ha habido accidentes, es seguro que ocurrirá uno, las personas no tienen orientación para realizar los ejercicios, solo hay un instructor como para 20 personas por turno. Los aparatos son viejos y muchos ya fueron reparados”, contó.

Si bien algunos propietarios cumplen con los requerimientos de la Federación de Fisicoconstructivismo, como contar con cursos avalados por la Comisión Nacional del Deporte u obtener certificaciones del Sistema de Capacitación y Certificación para Entrenadores Deportivos (SICCED), éstos no son requisito para abrir un gimnasio y una vez en operación, no son sometidos a revisiones o evaluaciones.

Si la reglamentación tiene huecos, Gavito tiene sugerencias para los que desean ejercitarse en estos sitios.

“ Que se acerquen a personal calificado, que por sentido común consideren el peso que puedan cargar, por más que un instructor les diga ‘carga esto’. Hagan ejercicio sin poner en riesgo su vida”.