Los yucatecos suelen ser muy celosos con sus tradiciones, y no perdonan cuando las “actualizan”. Así sucedió con el Pibichón (un pibipollo con forma de miembro masculino) y ahora más recientemente con el “chiqui-hupil”.

Y es que una usuaria identificada como Aly Janei se casó utilizando un vestido muy peculiar: un huipil “moderno” con un corte demasiado corto para el gusto de algunos.

Y aunque las nuevas generaciones aplaudieron el detalle y hasta le solicitaron el nombre de quien se lo confeccionó, otro grupo de personas más recatadas emprendieron una demanda por modificar el tradicional atuendo de las mujeres de Yucatán.

Juan Caamal platicó en entrevista con tu portal de noticias, Informado Caribe, que su colectivo “Raíces Yucatecas” ya prepara una demanda en contra de quien realizó esta modificación, ya que abre las puertas a que sus tradicionales prendas sean plagiadas.

“Lamentablemente ya siete empresas transnacionales como Zara, Shein, han plagiado bordados mexicanos. Y es que basta con que alguien realice una pequeña modificación como el chiqui huipil, para que esa empresa copie el bordado alegando que no plagió el diseño original, sino otro totalmente diferente”.

Por esta razón, dijo a Informado Caribe, es que no pueden permitir esto.

El conocimiento sobre los brocados y los diseños se pasa de una generación a otra entre las comunidades y es una muestra de distinción entre cada poblado. Para ellos, no existe la idea occidental de la propiedad intelectual porque el conocimiento es de la comunidad.

Además, otro problema sería cómo determinar de quién es propiedad un diseño tradicional.

“Para determinar la titularidad del derecho de autor habría que ver el origen. Una opción podría ser propiedad colectiva, pero al no encontrar el origen, ahí es donde se rompe el derecho y (complica) a quién le damos la titularidad del derecho”, explica Carlos Blanco, especialista en derecho del Tecnológico de Monterrey.

Aunque una posibilidad de defensa de las comunidades indígenas, dice, podría ser a través de tratados internacionales del patrimonio cultural, que apela al derecho moral de los autores. Es decir, si una marca utiliza algún diseño tradicional la marca no tendría que pagarle, pero sí hacer un reconocimiento público sobre la comunidad de origen.