Emma un día llegó a su casa y ya no estaba su hermano, sus perros, gran parte de sus pertenencias y le notificaron que el inmueble iba a quedar resguardado por una investigación de la Fiscalía. Desde ese momento, viven en su Chevy afuera de lo que fue su hogar y hasta el día de hoy, desconoce el motivo por el cual vincularon a su familia con este delito.

Emma López Juárez “recuerda como si hubiera sido ayer” el 18 de septiembre del 2021; fue un sábado y salió a trabajar. Cuando regresó, sus vecinos le indicaron que alrededor de 50 elementos de la Fiscalía General del Estado de Puebla (FGE) ingresaron a su casa ubicada en la junta auxiliar Ignacio Zaragoza, por una orden de cateo. Los agentes se llevaron a su hermano, Rafel López Juárez, porque presuntamente en este lugar tenían a unos primos reportados como desaparecidos.

No obstante, estas dos personas ya habían sido encontradas sin vida en el municipio de Izúcar de Matamoros, 18 días antes de este cateo. Hay que mencionar que ni Emma ni su hermano conocían a estas dos personas y hasta el día de hoy, no saben por qué su casa fue vinculada con la desaparición, ya que se niegan a presentarles la carpeta de investigación completa.

Durante el cateo se llevaron dinero, ropa, muebles y hasta los títulos profesionales de Emma y Rafael. Incluso, a sus perros se los llevaron con el argumento de que iban a investigar si habían comido carne humana, pero hay vecinos que aseguraron que los mataron ese mismo díaEmma no supo qué hacer, de un momento a otro, su vida se había derrumbado y ni siquiera podía entrar a su casa por una orden judicial, la cual fue expedida por un agente del ministerio público adscrito a la Fiscalía Especializada en Investigación de los Delitos de Desaparición Forzada de Personas.

Rafael lo golpearon, le pusieron una bolsa en la cabeza y lo torturaron para que aceptara que él había sido el culpable de la desaparición. El hombre no sabía de lo que hablaban los agentes e insistió que había sido un error, pero a ellos no les importó y lo siguieron golpeando al grado de romperle una costillalo lastimaron de por vida en la espalda y lo sujetaron tan fuerte del cuello que estuvieron a punto de provocar un derrame cerebral. Aun así, se mantuvo y negó estar implicado.

Pese a que lo detuvieron por la desaparición, no lo encarcelaron por este ilícito, sino que lo tuvieron 18 meses en el Cereso de San Miguel por los delitos de cohecho y ataques a funcionarios, ya que cuando trataron de llevárselo, él trató de defenderse. Emma buscó ayuda de cientos de abogados para mostrar su inocencia y en el camino por exigir justicia, su familia y amigos, le dieron la espalda. Además, se seguía enfrentando a otro problema: no tenía casa.

La orden judicial le prohibió a Emma ingresar a la casa en la que había vivido por más de 30 años y debido a que su familia le dio la espalda pensando que Rafael de verdad era un delincuente, tuvo que vivir en su Chevy. Cuando su hermano logró salir de la cárcel, había perdido su empleo como maestro y él también tuvo que vivir en el coche. Actualmente, recolectan plástico y aluminio para sobrevivir.

La vida en su coche no ha sido nada fácil, pues tienen que ir al baño en gasolineras, se bañan una vez a la semana si sus vecinos los dejan pasar y si les va bien, pueden pagar un baño de vapor. Muy rara vez comen en una mesa con sillas y duermen sentados en el lugar del conductor y del copiloto (esto les ha provocado problemas de espalda).

Muchas personas les han dicho que vayan a los refugios, pero sólo un periodo se llegaron a ir y cuando regresaron, su casa estaba siendo vaciada y fue refugio para drogadictos de la colonia, quienes dejaron a varios perros al interior de este lugar.

La falta de dinero, el miedo de que sigan desmantelando su hogar y el amor por los perros que abandonaron los drogadictos, es lo que los hace seguir en este lugar. Así como hay vecinos que acuden, les regalan comida o los invitan a comer, hay otros que los juzgan pese a que Rafael ya fue absuelto y han propagado el rumor de que son descuartizadores“Pasamos de ser la casa de los maestros a la casa de los descuartizadores”, lamentó Emma.

El caso “afortunadamente” ya lo lleva un grupo de abogados y Emma, así como Rafael, tienen fe de que la situación mejorará y que pronto los dejarán entrar a su casa. Han pedido trabajo en diferentes lugares, ella fue periodista y trabajaba en una pastelería, mientras que él era profesor de un bachiller, sin embargo, por todo lo que ocurrió y porque desaparecieron sus títulos, nadie les da empleo.